La vida en piloto automático

Cada día, nos habituamos a la ley del mínimo esfuerzo, primero porque no nos exigen desde casa y segundo, porque también la tecnología nos hace la vida mucho más sencilla, por ejemplo, busco conocer a alguien a través de una aplicación para evitar todo el proceso de salir y convivir con alguien, ya que lo único que busco es un rato agradable sin generar  ningún compromiso; si tengo hambre y no quiero cocinar, sólo encargo comida a través de mi celular y si es cumpleaños de un amigo o conocido, sólo le mando un mensaje a través de una red social.

La dependencia a la tecnología está haciendo que olvidemos los números de contacto de nuestros amigos, de nuestra casa, del trabajo y de nuestro mismo número celular, algunas veces, dejamos de lado a las personas que nos rodean por estar chateando con alguien más.

Cuando menos nos demos cuenta, habremos perdido la alegría de convivir con nuestros amigos, de sentir mariposas cuando nos presentan a alguien que nos gusta y de disfrutar la preparación de nuestros propios alimentos.

Estamos dejando de vivir el presente, de estar conscientes de nuestra realidad, de utilizar todos nuestros sentidos para disfrutar la vida y de ser empáticos con los demás, parece que estamos llevando nuestra vida en piloto automático.

Pero también, nos estamos acostumbrando a no asumir las consecuencias de nuestros actos, si dañamos a una persona pensamos que fue correcto porque se lo merecía; si tomamos algo que no nos pertenece no afecta, al fin y al cabo, la otra persona tiene suficiente dinero para comprarse otra cosa y sí no hacemos la tarea no importa, hablaremos con nuestros padres para que regañen al profesor por dejar tantas actividades escolares.

Por lo que yo estoy de acuerdo, en que los maestros deben de exigir más a los alumnos y los padres deben de darles responsabilidades a sus hijos acordes a su edad, orientándolos a ser gente de bien.

¿Por qué es necesario empezar desde que somos pequeños? Porque algún día creceremos y seremos profesionistas. La principal virtud que nos permitirá alcanzar la madurez es la responsabilidad.

Si nos convertimos en jueces debemos velar por la impartición de la justicia, si llegamos a ser diputados o senadores, debemos expedir leyes acordes a la situación económica y social del país y si por alguna razón nos eligen para que seamos un presidente municipal, gobernador o presidente de la República debemos realizar una administración pública eficiente y responsable.

Pero no sólo a estos grandes niveles, si llegamos a ser comerciantes hay que ser honestos; si somos doctores debemos ayudar a las personas a recuperar y mantener su salud; si somos mecánicos hay que reparar los autos y cobrar lo justo.

Necesitamos un México con grandes especialistas, técnicos, empresarios y comerciantes, que tomen su profesión u oficio con responsabilidad.

Juan Carlos Valda, nos señala que la responsabilidad es “la obligación que tenemos de responder de algo”, es el camino para conquistar la libertad, la libertad significa ejercer nuestra capacidad de decisión, así como asimilar sus consecuencias. Solo somos auténticamente libres cuando actuamos responsablemente. Todos hemos sido llamados a la vida y para responder a ella se nos ha dotado de habilidades y talentos que hemos de usar si queremos ser considerados responsables.

 

Debemos poner en práctica todas nuestras capacidades y habilidades, tanto físicas, intelectuales y afectivas para convertirnos en los protagonistas de nuestras vidas y aportar lo mejor a nuestro país.

Hay que dirigirnos a un rumbo de manera consciente y no permitamos que nuestra vida se maneje en piloto automático.

Adelina Trejo #OpiniónHaciendo las paces