Teoría de la conspiración 2: Débil salud de AMLO

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Al trono lo ilumina un rayo poderoso que puede fulminar a los hombres.

Alfred Tennyson, 1809-1892, poeta inglés.

 

En el camino de las teorías de la conspiración, que son parte de una visión ficticia que muchos se preguntan, pero pocos pueden responder; o, no estarían dispuestos a dar explicaciones. En una zaga de artículos sobre las teorías de la conspiración de este proceso electoral, hablaremos de la salud del candidato presidencial mejor posicionado: Andrés Manuel López Obrador.

El 3 de diciembre del 2013, el aspirante de Morena, fue atendido en el lujoso hospital Médica Sur, por el cardiólogo Patricio Ortiz, quien diagnostico un infarto agudo al miocardio, por lo que se sometió a un cateterismo cardiaco. Al final, se recuperó.

A raíz de ese episodio, el mismo AMLO ha reconocido que consume un medicamento llamado Amlodipino. Es un fármaco que se usa para tratar la hipertensión y la enfermedad de las arterias coronarias; sirve para atender la hipertensión y la angina (dolor en el tórax) y para el tratamiento de los ataques cardíacos. El amlodipino pertenece a una clase de medicamentos llamados bloqueadores de los canales del calcio. Disminuye la presión arterial al relajar los vasos sanguíneos para que el corazón bombee de manera más eficiente. Controla el dolor en el tórax al aumentar el suministro de la sangre al corazón. Si se toma regularmente, el amlodipino controla el dolor en el tórax, pero no lo detiene una vez que ya ha comenzado (fuente: MedlinePlus.gov). Sus efectos secundarios son: aumento de la frecuencia o intensidad del dolor en el tórax, frecuencia cardíaca irregular o latidos fuertes y desmayos.

El estado de salud de un aspirante presidencial debe ser analizado con detenimiento. A López Obrador, lo hemos visto últimamente muy agotado en mítines. Subir y bajar de aviones; la comida irregular en una campaña, el estrés, los enojos y las presiones, son circunstancias que en una afección cardiaca puede agudizarla. En caso de llegar a la Presidencia, dichas presiones son mayores a las que tiene ahora.

Por ello, en esas teorías de la conspiración, vemos el supuesto de una condición incapacitante del próximo presidente por razones de salud. ¿Quién sería el sucesor o sucesora? ¿Ya habrá pensado en la herencia política? ¿A quién elegiría la mayoría del Congreso, como lo marca la Constitución en caso de ausencia definitiva del Líder del Ejecutivo?

Se mencionan nombres que van desde Marcelo Ebrard, Ricardo Monreal, Claudia Sheimbaun, e incluso su actual esposa Beatriz Gutiérrez Múller, entre otros. La disputa por el poder sería brutal, sin un líder moral y controlador como lo es López Obrador en Morena. La lucha de poder también sería de gran violencia.

Si el Congreso es mayoría opositora a Morena, llegaría un presidente de otro partido, que nada tenga que ver con López. Al final, cualquiera que sea la bandera del sucesor, caeríamos en el caos de la ingobernabilidad que vivió durante décadas el México independiente. Mucha sangre y más miseria.

Claro, no deseamos el mal a nadie, pero el país debe estar preparado para cualquier adversidad en sus gobernantes, sobre todo si ya tenemos antecedentes de riesgo en la salud de AMLO.

PODEROSOS CABALLEROS: Alfredo Adame es quizá la única figura del medio artístico que incursiona ahora en la política con grandes expectativas de éxito. Se espera que éste, por su oferta electoral y la intensa campaña que despliega como candidato a la alcaldía de Tlalpan por el PVEM, cristalizará en las urnas. *** Ahora, ahora desde la óptica priista, este es el sentir: se habían tardado. La destitución de Enrique Ochoa, como líder nacional del PRI, era necesaria para sus correligionarios. El ambiente que creó un administrador como Ochoa, que no era político, ni mucho menos priista, fue devastador para ese instituto político. Los seccionales del priismo en materialmente todo el país se desmoronaron. Las decisiones sobre los dirigentes regionales generaron desbandadas de militantes a otros partidos, fundamentalmente a Morena. Al no entender el toque fino para mantener los equilibrios, nombró a político que perderán los comicios, por una parte, y rompió lanzas con sus aliados tradicionales como el Verde Ecologista y el PANAL. Después de los platos rotos, llega un priista de hueso colorado. René Juárez Cisneros, exgobernador de Guerrero y senador con licencia de esa entidad. Institucional, tratará de recomponer el tejido del tricolor, pero difícilmente reparará los daños que dejó Enrique Ochoa Reza. René llega a contener el voto duro que se desmorona y evitar la fuga de “fieles”. Muy tarde. El daño está hecho.

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