Índice Político
FRANCISCO RODRÍGUEZ
Después de 18 años de proclamas y movilizaciones de izquierda nos volcamos a las urnas, votamos por un cambio de régimen, de estructuras políticas, de ideología, de rostros, de gobierno, de sistema operativo y, si usted me lo permite, hasta de modelo de desarrollo económico, político y social. No se esperaba otra cosa.
Jamás pedimos un suplente transitorio. De eso ya estábamos fastidiados. Lo que queríamos era un sustituto que iniciara la transformación del país. Modos y maneras distintos, entrar a un concierto de civilización moderna. Inscribirnos al lado y altura de los grandes emergentes.
Respetar las libertades civiles, democráticas, demográficas, ecológicas, religiosas, políticas, sociales, de los grupos vulnerables, de los indefensos, de los reclamantes. Todas ellas, respetadas en todo el mundo. Hasta las monarquías asumen su defensa, porque también son garantías fundamentales.
Los votamos porque queríamos aquel “cambio verdadero”
Clamábamos por un auténtico Estado social y democrático de Derecho, pues tal es el caso en otras latitudes, incluso de nuestro nivel relativo de crecimiento. No por la prevalencia de un seco Estado de Derecho que permite y alienta la desigualdad imperante. Que rechaza la función tutelar y estelar del aparato público.
Queríamos saber cuál era la pasta que componía el contenido orgánico de una nueva manera de ejercer el poder, lejana de la corrupción, del odio y de la represión a los estados mínimos de existencia y de bienestar. Para eso los trajimos, por eso descubrimos el mandato de una población entregada a la democracia.
Un nuevo sistema tenía que defender las riquezas colectivas. Superar en la práctica a los anteriores, sujetar a los deturpadores del interés público, por encima de todos los conceptos jurídicos de huizacheros y conformistas con el estado de cosas.
Recuperar la identidad nacional. Ser diferentes a los opresores, marcar la ruta a nuestros hermanos latinoamericanos que veían en el arribo de un nuevo gobierno la pauta de progreso que se necesitaba para enderezar, la batalla contra los ganones proverbiales.
Cuando vuelve a amanecer, vemos la película de siempre
Yo siempre quisiera equivocarme. No es placentero estar engordando los retintines de lo amargo, ubicarse siempre del lado crítico de la vida. Pero no se puede. Y es que aquí nos tocó vivir, con estos jamelgos tenemos que arar. Estamos en el centro de una vorágine que puede arrastrarnos sin piedad a todos.
De repente, cuando vuelve a amanecer, estamos viviendo la misma película de siempre, la que hemos visto en blanco y negro, en sepia y a todo color, desde que tenemos memoria.
Por principio, estoy de acuerdo en que el arribo de nuevos, viejos e inexpertos a una burocracia pesada y construida con moldes seculares requiere de un tiempo razonable de adecuación, ajuste, chequeo, entrenamiento conjunto, pláticas de vestidor, diseño de competencias, entendimiento con los procesos.
Las promesas son buenas, pero la ejecución no se les parece.
Hasta ahí bien. Pero esa etapa ya pasó. Son suficientes unos meses para el proceso error – aprendizaje. Ya esperábamos resultados. Pero en lugar de constatar avances, nuevas reglas, manotazos, ejercicios ágiles de impartición de justicia…
… programas, proyectos ejecutivos de obra, compromisos de intención para las mismas, presupuestos comprometidos, decisiones de cuartos de guerra técnicos y políticos, jalones de orejas, arrepentimientos, vemos un semáforo intermitente que sólo marca un pare – siga interminable. Y aunque las promesas son buenas, la ejecución no se les parece.
La zona de confort nos está costando la desesperación
Los operadores del sistema de la Cuarta Transformación están demasiado rebasados por la terca realidad, le llamaba Gramsci, totalmente anonadados y estupefactos ante los retos. Y aunque concediéramos el beneficio de la duda a algunos que saben cómo hacerle, no tienen los arrestos para decirle la verdad al titular del Poder Ejecutivo.
Pueden correrlos o no oírlos. Entrar en automático al limbo del congelador, de la muerte civil. Ingresar a la reflexión obligada y a un desempleo que, por lo pronto, acá afuera, no encuentra solución posible. Mejor escogen nadar de a muertito. Es la zona de confort que a los mexicanos nos está costando la desesperación.
Lo que se fue no acaba de irse, se resiste. Lo que llegó, no acaba de sentarse. Es la hora cero de la carretera. El punto ciego, donde triunfan las displicencias, los autoritarismos y todos los caprichatos. El reino de la ocurrencia. La fiesta de los audaces irresponsables.
El momento de imponer la cultura del miedo, antesala favorita del totalitarismo, el mejor caldo de cultivo para el florecimiento de todas las tesis de derecha, el mejor termómetro para saber cuándo fue secuestrada la democracia. La represión, la intolerancia, el garrote, los atentados a los derechos, la amenaza, el revanchismo, los resentimientos.
Las nuevas medidas, expresión del miedo de los gobernantes
El miedo es la medicina idónea de los conservadores para atacar la razón, el raciocinio y la solidaridad. Por eso siempre se ha sostenido que allí donde hay miedo, existe una clase gobernante que vive en el terror a la libertad y a los derechos fundamentales del hombre.
Quisiera equivocarme. Pero veo el miedo en la Ley Garrote, que criminaliza a los que se manifiestan contra el terrorismo de Adán Augusto López, criminalizando todo ejercicio de libertades con penas inusitadas y trascendentales.
Veo el miedo en el desplazamiento inopinado de la Guardia Nacional –lo que sea que eso signifique– al interior de los vagones del Metro, buscando carteristas, acosadores y ladrones de celulares, y salva sea la hora, sujetos que pueden jalarle a un arma larga, antes de disuadir. Es una cultura que los soldados y marinos no conocen. Pueden causar masacres.
Miedo en todos los de la 4T. No saben cómo conservar el cargo
Veo miedo en la apresurada ley anticorrupción, la que incauta propiedad antes de cualquier averiguación y criminaliza a la sociedad en su conjunto. La extinción de dominio puede acabar extinguiendo al sistema jurídico.
Veo miedo en pactar contratos colectivos con delincuentes de lesa patria. Reconocer inmunidad, a cambio de que el STPRM de Romero Deschamps, que jurídicamente no existe, no pueda emplazar a huelga. Sólo ese atropello constitucional me faltaba ver.
Veo miedo en los ojos, en los rictus, en todos los cariacontecidos del régimen que ya no saben cómo conservar el cargo.
¿Pagaremos otra vez nosotros esa incompetencia supina?
¿Qué cree usted?
Índice Flamígero: Desde hace poco más de un mes, el coordinador de la bancada de Morena en el Senado de la República, Ricardo Monreal, consideró que el presidente Andrés Manuel López Obrador necesita más acompañamiento del gabinete, pues el mandatario “hace todo”… “Veo a un presidente muy activo, muy proactivo, muy dinámico, que no descansa, y veo a un gabinete que no está en el acompañamiento. Veo a un gabinete cuya curva de aprendizaje ha sido larga, pesada, pero me gustaría ver a un gabinete más cercano. Siento al Presidente que hace todo, pero necesita que su gabinete lo acompañe más”, afirmó el legislador. En términos generales, Monreal Ávila cree que la recién estrenada Administración se ha conducido de forma correcta, pero a su parecer es necesario “mejorar” en la relación con los medios de comunicación, los inversionistas y empresarios.
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