Joel Ayala, violador; padre irresponsable

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Balconeando

Francisco Rodríguez

La joven acababa de salir de la secundaria. Con engaños de que le daría empleo, la invitó a un departamento que, por su ubicación, ella pensó que eran sus oficinas privadas. Llegó minutos después que ella, alcoholizado. A empellones la llevó a un sofá y haciendo uso de su fuerza –muy superior a la de ella– la violó.

Él es el “líder” de la burocracia federal, Joel Ayala Almeida, quien ahora busca una nueva reelección al frente de la Federación de Trabajadores al Servicio del Estado (FSTSE), misma que aglutina a algunos de los sindicatos de las dependencias del gobierno que hoy encabeza Andrés Manuel López Obrador.

Y por su pésima reputación de adicto a diversos tóxicos, amén de que durante su estadía al frente de la FSTSE poco ha conseguido para sus dizque representados, la Secretaría del Trabajo y Previsión Social se ha negado hasta ahora a entablar cualquier tipo de negociaciones con él. El mínimo incremento salarial para la burocracia federal, anunciado hace unos días, se dio sin que él participara en lo absoluto.

Todo ello, además, porque el estatuto sobre el cual se sostiene la presidencia de Ayala Almeida ya feneció. Estuvo vigente hasta el 13 de febrero inmediato anterior. Es decir, su actual “liderazgo” es totalmente espurio.

Nunca cumplió como padre

Tengo a la vista la carta autógrafa de Sara Yoel Gómez Hernández, quien después de la violación diera a luz a un niño de nombre Michel Dominicq Ayala Gómez.

Los hechos de la violación, narrados por ella misma, se dieron luego de que Joel Ayala Almeida se prestara a conseguirle un empleo para que ella pudiera seguir estudiando.

Hija de la ya finada Maura Hernández Mosqueda, quien para sostener a sus ocho hijos vendía tamales en el edificio de la FSTSE, acudían regularmente a las oficinas de Carlos Jiménez Macías quien inicialmente había ofrecido interceder para conseguir el empleo solicitado. No las recibía. Sólo daban vueltas y más vueltas. Y nada.

Ayala las interceptó un día. Y en efecto, sí le consiguió a Sara Yoel el empleo en las instalaciones del Club Deportivo del sindicato de la SSA donde el violador ocupaba un cargo de segunda línea.

Ahí, Sara Yoel sufrió las insinuaciones y acosos por parte de otro de los empleados, por lo que se quejó con Ayala. Éste la citó en su despacho, sito la calle de Aguascalientes 12 – 503 en la capitalina colonia Roma, le dijo. Ahí ella se percató de que no era una oficina, sino un departamento en el que el chofer del abusador la encerró con llave.

Llegó Ayala “algo tomado y creo que tomó algo más, porque se veía muy raro”. Ella le pidió que la dejara salir. Él, sin contestar, la empujó hasta un sillón, le dio una bofetada, y la violó, pese a la resistencia que la entonces joven de 15 años mostraba.

Acto seguido la amenazó. Le advirtió que si ella hablaba, algo malo, un accidente, sufrirían ella, su madre o sus hermanos.

Lo ocultó, por supuesto. Hasta que su embarazo comenzó a notarse.

“Tengo la culpa, porque debí dejar los miedos a un lado y hacer públiuco esto que pasó.”

No. Por supuesto que ella no tuvo la culpa.

Y el cobarde Ayala Almeida, cuando supo que ella iba a demandarlo hizo algunos depósitos bancarios a la cuenta de ella que más tarde interrumpió. El niño creció sin el apoyo de su padre, el violador.

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