“El CRI-GAM hizo un gran cambio en nuestras vidas” Madre de uno de los 658 niños atendidos

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Erika Ortiz Rivas, mamá de Sebastián, un pequeño de dos años y dos meses de edad, sobrellevó, durante la corta vida de su hijo, la aflicción de ver que no podía sostenerse, ni siquiera para gatear, a pesar de que pagó los servicios de terapeutas especializados, hasta que llegó al Centro de Rehabilitación Infantil de la delegación Gustavo A. Madero (CRI-GAM), donde vio la luz al final del túnel; ahora Sebastián camina, y sigue avanzando en su desarrollo, y su tratamiento es gratuito.

Madre muy comprometida con su hijo, uno de los 658 niños atendidos por el CRI-GAM, narra detalladamente su testimonio. Indica que al nacer, a Sebastián se le colapsaron los dos pulmones, lo que se conoce como neumotórax, y debieron trasladarlo de inmediato al área de Cuidados Intensivos del hospital en que nació, donde lo indujeron a estado de coma, durante un mes.

Le dijeron que al parecer todo iba bien, pero ignoraban qué secuelas podría haber, a consecuencia del coma, el cual le salvó la vida, pero afectó su desarrollo. Desde bebé siempre estuvo en terapia particular, pero Erika no notaba avances, aunque cumplía estrictamente lo que se le indicaba.

Se informaba y sabía que su hijo, debía  sostener la cabeza a partir de los tres meses de edad, pero se daba cuenta de que no podía. Desde entonces acudió a la ayuda profesional.

El primer diagnóstico que recibió fue de hipoplasia muscular, es decir que Sebastián no podía sostener su cuerpo, porque el hemisferio izquierdo del cerebro, que controla el lado derecho de su cuerpo, tenía alguna afección. Al cumplir un año, cuando debía caminar, ni siquiera gateaba.

“Cuando ya Sebastián tenía dos años –recuerda– me dejaron una revista por debajo de la puerta de mi casa. Era de la delegación, y decía que aquí había un Centro de Rehabilitación. Eso coincidió con la decisión familiar de llevarlo con un buen fisioterapeuta, y di con los datos de la doctora Yedid Álvarez, e hice cita con ella, sin saber que estaba a la cabeza del CRI.”

Así llegó a esta institución, donde “no nada más me encontré con gente amable, sino muy especializada. Yo, que llevé a Sebastián a consultas con expertos en Polanco, al ver las instalaciones del CRI vi que no le pedían nada al servicio particular, que me costaba 950 pesos por una hora de consulta, de una a dos veces a la semana”.

Compara: aquí, Sebastián recibe de tres a cuatro sesiones a la semana, sin costo alguno. En el CRI planean las sesiones de diez en diez. Ella calcula que por cada diez sesiones estaría pagando entre nueve mil y diez mil pesos.

Por ello, afirma que cuando se sabe lo que este servicio vale afuera, en el mercado, se da uno cuenta de  la enorme ayuda que te están dando, por eso no podía creer que esta atención fuera gratuita”.

Había llegado aquí pensando: “me cobren lo que me cobren, quiero que mi hijo esté aquí”. Vio el área psicomotora, el estanque, todas las instalaciones, y lo que más me sorprendió fue que le dijeran que no tenía costo.

Reflexiona en que los maderenses deben aprovechar las instituciones de salud de la GAM. “Sebastián, que ni siquiera gateaba, en un mes comenzó a  caminar. No quiero decir que el esfuerzo de los particulares no haya tenido resultados, pero este lugar, la gente, hicieron un gran cambio en nuestras vidas.

“En un mes –añade– mi hijo ya se mueve en forma independiente. ¡A los dos años con un mes de edad, se soltó a caminar! ¡Hace un mes!”

Sebastián recibe terapia ocupacional, psicomotora y va a comenzar la terapia de lenguaje, porque todavía no habla. Para dar una idea de lo que significan las terapias para ella, Erika relata que en una ocasión, a punto de salir de casa, hacia la sesión, el pequeño tuvo una hemorragia nasal, pero aun así lo llevó, porque no quiere perder una sola.

“Cuando uno sabe lo que cuesta una terapia afuera, valora la capacidad y el compromiso que tienen los terapeutas aquí. Yo me la vivo hablando del Centro de Rehabilitación. En las redes sociales soy la fan más entusiasta del CRI, porque veo los resultados, y cómo los niños cuyas familias están realmente interesadas, avanzan.”

Además, finaliza, “es un lugar muy incluyente. No he visto que le digan “no”, a un niño que realmente lo necesite. La familia y los amigos, todo mundo, me dice: no parece que Sebastián tenga nada”.

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