Cada año en esta temporada, la Ciudad de México recibe aproximadamente 229 especies de aves migratorias de invierno, las cuales dejan sus lugares de reproducción en busca de alimento y refugio en otros sitios más cálidos, como la capital del país. El pelícano blanco americano, el martín pescador norteño, la piranga capucha roja o el chipe rabadilla amarilla son algunas de las aves que nos visitan.
Provienen de Estados Unidos y Canadá, donde el frío es extremo, así que se desplazan hacia el sur, a México, Centroamérica y Sudamérica para encontrar sitios con climas menos hostiles, explicó Isabel Herrera Juárez, especialista en manejo y conservación de la biodiversidad, de la Dirección General de Coordinación de Políticas y Cultura Ambiental, de la Secretaría del Medio Ambiente (Sedema) capitalina.
“Que las aves migratorias lleguen a la Ciudad de México, significa que aquí encuentran espacios con hábitat disponible que ofrecen recursos (alimento y agua) y condiciones que les posibilitan sobrevivir, como microambientes con temperaturas adecuadas”, resaltó la experta.
En el año hay dos periodos migratorios, primavera y otoño. La migración de otoño ocurre entre septiembre y noviembre, periodo en el que las aves que se reproducen en Norteamérica se desplazan hacia el sur del continente para encontrar mejores condiciones, describió Isabel Herrera.
En México habitan cerca de mil 100 especies de aves, de las cuales 397 tienen presencia en la Ciudad de México. A su vez, de las 397 especies de la ciudad, 229 son migratorias. Sin embargo, esto no significa que la mayoría se vaya después del invierno, sino que una misma especie puede tener una población residente en nuestra ciudad, mientras que otros de sus congéneres vienen de Norteamérica y conviven en el territorio capitalino en esta época.
Las acciones emprendidas a partir de 2019 por el Gobierno de la Ciudad de México para revegetar la ciudad; rehabilitar Áreas Naturales Protegidas, Áreas de Valor Ambiental y áreas verdes urbanas; mejorar la zona lacustre en el sur y oriente de la urbe, además de los esfuerzos para el monitoreo de la biodiversidad, contribuyen a conservar estos espacios y con ello, a mantener las condiciones para que diversas especies puedan vivir y en este caso, para que las aves migratorias sigan llegando a la capital. Estas acciones han permitido aumentar en 42 especies las aves que ahora se registran y viven en la ciudad pasando de 355 a 397.
Gracias a observadores de aves y al Programa de Monitoreo de la Biodiversidad de la Ciudad de México, que se publicará en 2023, se tiene registro, por citar algunos ejemplos, de la llegada del martín pescador norteño, el pelícano blanco americano y el zambullidor pico grueso al área natural protegida Ejidos de Xochimilco y San Gregorio Atlapulco. La piranga capucha roja llega a la Sierra de Guadalupe; el papamoscas amarillo barranqueño, al Parque Ecológico de la Ciudad de México; la piranga roja al Bosque de Chapultepec y el chipe rabadilla amarilla se puede ver en la mayor parte de la ciudad.
En tanto, al Bosque de San Juan de Aragón también han arribado pelícanos blancos americanos, además de águilas pescadoras, pato cucharón, cerceta canela, cerceta alas azules, entre otras especies acuáticas, además de aves canoras como el reyezuelo y diversos chipes, resaltó la bióloga Miriam Vargas, encargada del monitoreo de fauna en dicho bosque urbano.
A partir del rescate del lago del Bosque de Aragón, que inició hace varios años, diversas aves volvieron al lugar, resaltó la especialista. Los dos humedales, uno de ellos creado en esta administración al igual que la playa de aves, permiten limpiar el agua del lago y eso trae beneficios como la presencia de plantas acuáticas nativas e insectos que sirven de alimento a especies residentes y migratorias.
“Por eso vemos tantas aves dentro del lago. Antes, había condiciones adversas en el agua, sí había algunas (aves) y encontraban comida, pero el alimento principal no existía y por eso se iban. Ahora hay mejores condiciones y al no haber lanchas, ellas se sienten seguras en el lago”, dijo Miriam Vargas.
La cerceta alas azules, conocida como “carita de luna”, tiene una población residente en el Bosque de San Juan de Aragón, pero también llegan migratorias y éstas últimas incluso aprovechan su estancia invernal para encontrar pareja.
Miriam Vargas resaltó que las aves acuáticas que migran en invierno hacia México, Centro y Sudamérica lo hacen porque en sus lugares de origen los lagos se congelan y no pueden encontrar alimento. Algo similar ocurre con las aves canoras, pues se reduce la disponibilidad de las semillas e insectos que consumen.
La Ciudad de México forma parte de la ruta migratoria central, que reúne a las aves que habitan las praderas de Norteamérica y pasa por México a través de la Sierra Madre Oriental, Sierra Madre Occidental y el Altiplano Central. Las especies que están de visita se irán entre marzo y mayo de este año para volver a sus áreas de reproducción en Norteamérica.