Análisis a Fondo
Francisco Gómez Maza
· El odiado casi siempre no se da cuenta de que lo odias
· Ah, y no busques malas intenciones donde no las hay
En estos tiempos de ira es muy fácil caer en la trampa del odio y el rencor. De este asunto tan molesto escribe Jennifer Delgado Suárez, sicóloga, divulgadora científica, y autocalificada como agitadora de neuronas y generadora de cambios.
La citada profesional cuenta que, a su consultorio, cotidianamente, se arriman personas que dicen odiar o sentir rencor hacia su ex pareja, hacia el hijo o el padre que las abandonó, hacia los políticos, los ministros religiosos, los extranjeros, entre otros objetos de su deseo, porque yo creo, y en esto no sé si esté de acuerdo la sicóloga, el odio o rencor es el primer escalón de la escalera del amor. Bueno. Eso aprendí de mi amigo Ernesto Cardenal, el gran poeta nicaragüense, que hace unos meses estaba en artículo mortis, pero que no volví a saber nada de él.
Las personas que odian muchas veces (yo digo que algunas veces) tienen una razón de base para odiar. De una u otra forma, se han sentido abandonados o engañados y esto ha despertado ese sentimiento negativo tan fuerte. Lo curioso – y en esto estoy plenamente de acuerdo con la doctora Jennifer- es que todos ellos piensan que, al odiar, le están haciendo daño al otro. No se dan cuenta de que se están haciendo daño a sí mismos. El odio es un veneno que se bebe, pensando que le hará daño al otro. No es así.
El rencor y el odio son dos sentimientos muy profundos que se arraigan y terminan desequilibrando la mente y el cuerpo. Porque cualquier sentimiento negativo que experimentemos, sobre todo si está presente durante años, termina pasándonos la cuenta y volviéndose contra nosotros.
Jennifer advierte que, a la larga, el odio y el rencor encierran un profundo resentimiento y se basan en la necesidad de decir algo que jamás se ha podido expresar (o al menos no con la intensidad que la persona desearía). La persona, de cierta forma, se siente defraudada y comienza a generar dentro de su mente una serie de ideas negativas contra ese enemigo. Con el paso del tiempo, estas ideas aumentan su intensidad y pueden provocar numerosos problemas, desde la ansiedad hasta enfermedades psicosomáticas (de hecho, incluso se afirma que el odio profundo es una de las causas del cáncer, pero esto aún no se ha demostrado científicamente).
La sicóloga advierte también que, de una forma u otra, lo cierto es que ir por la vida cargado de odio y rencor es como tener que llevar siempre un pesado fardo a nuestra espalda, que no nos deja ser del todo felices. Entonces, además de albergar sentimientos negativos, la persona se niega negando la oportunidad de ser feliz. En resumen, se vea por donde se vea, estos sentimientos no generan nada positivo. Por eso lo mejor es trabajar para canalizarlos y eliminarlos de una vez y por todas.
Ahora. Yo pregunto. ¿Odias a alguien, o a algo, a personas, a instituciones, al presidente de la república? No quieres eliminar ese odio. Entonces atente a las consecuencias de la que advierte Jennifer. ¿Quieres ser feliz? Entonces pregúntate: ¿Cómo eliminar el odio y el rencor?
Sugiere la sicóloga: Habla con la persona que te ha ofendido y cuéntale cómo te has sentido. En el caso de que no puedas hacerlo, puedes utilizar la técnica de la silla vacía. En práctica, te colocas delante de una silla e imaginas que allí se encuentra esa persona. Dile todo lo que piensas. Te aseguro que se trata de una técnica con un elevadísimo poder catártico, Te sentirás muchísimo mejor cuando termines.
Jennifer te sugiere además algo sumamente importante para que dejes de sufrir, porque sufres al odiar, aunque lo niegues: Acepta la imperfección. Tanto las personas como las organizaciones son imperfectas y no siempre pueden satisfacer todas tus necesidades y expectativas. Es importante aprender a vivir con eso.
No te conviertas en juez. Detrás del odio y el rencor casi siempre se esconde un juicio y la sensación de que eres mejor que la otra persona (la que cometió el error). En realidad, todos somos diferentes. Aprender a juzgarnos sólo a nosotros y no ir por la vida vistiendo la toga del juez no sólo te ayudará a eliminar estos sentimientos negativos, sino que te hará mucho más feliz.
Acepta que todo cambia. El mundo está en continua transformación y las personas con él. Quizás no te has dado cuenta de que esa persona ha cambiado, sólo porque estás demasiado imbuido en la imagen que te has construido de él y que ya no se corresponde con la realidad.
Aprende a dejar ir. En la vida nos pueden pasar muchas cosas que consideramos injustas. A veces, lo mires por donde lo mires, es difícil encontrarle el lado positivo. En esos casos, lo mejor es dejar ir el rencor y el odio. Excelentes sugerencias, estimada Jennifer. Son oportunísimas en momentos en que el país se debate, acongojado, en el odio