El alcalde de Guadalupe, Zacatecas, Julio César Chávez Padilla, ha transitado de la expectación de una transición municipal a la decepción en el desempeño administrativo, político e institucional.
Chávez Padilla rindió protesta el 15 de septiembre de 2018 en un acto multitudinario realizado en el auditorio municipal, donde dijo: mi corazón, mi espíritu, mi fe, mi deseo de convertir a Guadalupe en la ciudad que merecemos todos, estará día y noche al cien por ciento siempre.
Empero, el martes 8 de enero, en una sorpresiva sesión de cabildo municipal, Julio César Chávez Padilla pediría licencia bajo el argumento de problemas de salud. Trascendería que se internaría en un hospital para someterse a una operación. Nunca se informó en qué nosocomio estaba y menos aún se supo si fue intervenido o no quirúrgicamente.
Después de un mes de ausencia, el 18 de febrero del año en curso, el alcalde guadalupense se reincorporó argumentando: “regreso con todo para rescatar y fortalecer a Guadalupe”. Nada de eso ha sucedido.
El alcalde ha sido incapaz de otorgar unos eficientes servicios públicos a la población y en casi ocho meses de gobierno municipal sólo ha construido un discurso de descalificación de la pasada administración priísta, a cargo de Enrique Guadalupe Flores Mendoza, a la que achaca la quiebra de las finanzas públicas municipales.
Ante la Fiscalía General de la República (FGR), el edil presentó 155 denuncias de actos de presuntos actos ilícitos cometidos por funcionarios de la pasada administración del ayuntamiento guadalupense. La semana pasada, en un video publicado en su red social, Chávez Padilla volvió a arremeter en contra de la corrupción de la pasada administración municipal.
En este escenario de la judialización de la administración municipal, Julio César Chávez demandó al cronista vitalicio de Guadalupe, Bernardo del Hoyo Calzada, contra quien organizó una persecución para despedirlo.
Al reconocido historiador se le despidió porque no checaba la entrada a su oficina y porque tenía otro empleo, cuando jamás se le había impuesto esa condición laboral de acceso.
A pesar de ello, la administración municipal actual le embargó la semana pasada hasta el automóvil particular al cronista, y para intimidarlo se usó a la corporación policiaca para cumplimentar el embargo, en un uso excesivo de la fuerza y el poder municipal.
Es plausible que el alcalde lleve a juicio a los miembros de la administración pasada, que integre las carpetas de demanda en su contra y que aporte los elementos de presunta constitución de delitos.
Pero también es muy importante que el alcalde cumpla con su obligación de proporcionar buenos servicios a los ciudadanos en general, puesto que hasta ahora no ha cumplido su palabra de “convertir a Guadalupe en la ciudad que merecemos todos”, como comprometió en su toma de posesión.
Un ejemplo es el servicio de limpia de la ciudad, que ha fallado sistemáticamente y que presenta deficiencias que pueden provocar un problema de sanidad ambiental.
A inicios de la administración municipal, el alcalde salió a las calles para recolectar basura, debido a que no había pagado sueldos al departamento, por lo que los trabajadores, como protesta por el incumplimiento, no fueron a trabajar. Pero sólo fue una pose para la foto y el video para las redes sociales, porque el servicio sigue con serias deficiencias.
El presidente municipal de Guadalupe ha pasado de víctima a victimario. Utiliza la fuerza pública para despojar de su auto al cronista vitalicio de Guadalupe, mostrando su obsesión de venganza, pero su ineficacia para gobernar.
Pero ya hay un recurso de amparo en contra de la autoridad municipal por estos excesos del edil.
Julio César Chávez Padilla, de quien se tenía una expectativa optimista en el ejercicio del gobierno municipal, hoy decepciona con sus excesos de fuerza, opacidad municipal y actos de venganza personal.
Al tiempo.
@juangomezac