OPINIÓN
Raúl Avilez Allende
La Guardia Nacional va a entrar a la capital del país, así lo informaron el Presidente López Obrador y la Jefa de Gobierno Claudia Sheinbaum, una decisión que por sus implicaciones y posibles consecuencias, no solo es polémica, sino determinante en el resultado de la estrategia contra la inseguridad en todo el país. Han decidido jugarse el todo por el todo, nos han hecho cruzar la línea sin retorno.
El origen del Estado moderno, tiene como razón de ser garantizar la vida y la propiedad privada de sus integrantes, ello justifica que mantenga el monopolio legítimo de la fuerza. Eso es lo que está en juego con la entrada de la Guardia Nacional en la Ciudad de México.
La situación es peor de lo que los medios de comunicación han logrado transmitir, solo eso explica que hayan decidido jugarse el orden y estabilidad de la capital del país, así como el futuro de la estrategia de seguridad. La decisión es acertada y necesaria, la ejecución es lo que determinará su éxito o fracaso.
Han decidido jugarse la joya de la corona, regresarle a la CDMX su carácter de oasis en este mar de inseguridad que representa el país, ponerla de ejemplo y mandar un mensaje claro a la delincuencia organizada y a los maleantes que por unos cuantos pesos, son capaces de todo. Y son estos maleantes los que representan el mayor reto, su mimetización con el entorno y la protección del barrio y su familia, los hacen casi intocables. Existen colonias de la Ciudad, donde la policía no entra y si lo hace es en operativos especiales, en los que la mayoría de ocasiones les ha ido muy mal.
Si la Guardia Nacional va por esos espacios y por quitarles de raíz el dominio a los delincuentes, espero que cuenten con equipo y capacitación antimotines, porque los van a necesitar. No cederán fácilmente su territorio, se requiere de un arduo trabajo de escritorio y de investigación; planear bien dónde, cuándo, cómo y para qué entrar. Ojalá exista en alguno de sus cuarteles un área de inteligencia que tenga mapeado el problema, que tenga números, apodos, nombres, ubicaciones, horarios, capacidad de reacción y modus operandi.
No es lo mismo una colonia como Santo Domingo en Coyoacán, que un pueblo en Milpa Alta o una unidad habitacional con andadores laberínticos y sin acceso a vehículos, donde los delincuentes y narcomenudistas pueden ver llegar a la autoridad con suficiente anticipación como para desaparecer sin dejar rastro o simplemente deshacerse de la evidencia.
Al mismo tiempo deben tener una estrategia de comunicación, para que la Guardia Nacional sea bien recibida por la opinión pública capitalina, que pueda hacer frente a una excesiva exposición a las redes sociales y medios de comunicación, a las acusaciones de abuso de autoridad, de uso excesivo de la fuerza, de violaciones a los derechos humanos y militarización de la hasta hoy intocable Ciudad de México.
Deben considerar combatir el robo en el transporte público, de autos y a transeúntes, de lo contrario, solo estaremos ante una acción cosmética y mediática, que hará que esta decisión convierta a la CDMX en el Waterloo de la Guardia Nacional. Y eso, no le conviene a nadie.
La imagen y fuerza del Estado están en juego y no se debe dejar nada a la improvisación. El apoyo lo tienen, de la ciudadanía, de los legisladores, de todas y todos los alcaldes, desde un Víctor Hugo Romo en Miguel Hidalgo, hasta un Manuel Negrete en Coyoacán, veamos si saben aprovecharlo.
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