Médicos asignados a las áreas “Covid-19” relatan qué han tenido que hacer para seguir ayudando a la población y al mismo tiempo cuidar a su propia familia. Desde pagar de su propio bolsillo para trajes especiales, hasta mudarse para no contagiar a sus padres.
Desde mediados de marzo, la internista Niza Villaseñor tomó la decisión de mandar a su mamá, de 57 años, a vivir con un familiar en Colima. No podía darse el lujo de quedarse con ella porque en el Hospital 46 del IMSS, de Guadalajara, Niza trabaja en el piso con pacientes confirmados de Covid-19.
Desde el primero de abril, trabaja en el área Covid-19, es decir, la zona que se acondicionó especialmente para internos sospechosos y confirmados. A pesar de que el hospital le entregó equipo especial para atender a los pacientes, Niza quiso comprar su propio equipo, en el que ya ha invertido al menos 5 mil pesos.
Adquirió unas botas de plástico, unos lentes protectores con un hule para sellar, cuatro trajes quirúrgicos, y un cubre-cuellos que la protege por completo.
Una vez dentro del traje especial, Niza no puede quitárselo, comer, ir al baño, ni siquiera tomar agua. Cuenta que estar dentro de esos trajes es como estar en un horno. “En esta semana bajé al menos un kilo”, dice. Y la primera semana le tocó laborar de corrido ocho horas, porque todavía no habían llegado las nuevas contrataciones del IMSS.
En su fotografía de whatsapp, Niza aparece en ese traje. No hay ni un centímetro de su cuerpo que no esté cubierto. Sostiene un papel en el que escribió le mensaje: “Quédate en casa”.
Salir de su casa y llegar se ha convertido en un ritual que le toma casi dos horas. Cuando arriba al hospital, entra por la cochera donde ya tiene baldes con cloro para dejar dentro sus botas de hule. Enseguida hay un baño en la entrada, donde tiene una bolsa exclusiva para los trajes quirúrgicos que ya están sucios.
“No puedo dar un paso en la sala hasta que tengo otros zapatos que ya dejé en la entrada. Ya tengo franjas límite. Entre entrada y salida me llevó una hora y media”, relata.
En el área de Covid-19 no hay espacio para la distracción. Si alguien tiene falla respiratoria, Niza tiene que estar lista para entubarlo. Durante un turno de entre seis y ocho horas no puede quitarse el traje ni tener contacto con el exterior. Por eso se determinó que trabajarían esa área una semana sí y otra no. Para esta primera semana, dentro del hospital había ocho casos sospechosos y tres en terapia intensiva.
“Es muy pesado estar dentro. Es un calor extremo con el traje, y con los lentes protectores es un dolor de cabeza todo el tiempo. Eres muy torpe para andar haciendo notas, valoración, ver estudios, como si tuvieras cinco kilos en cada pierna”, dice.