Con la finalidad de elaborar diagnósticos que permitan diseñar estrategias y políticas públicas con perspectiva de género e impacten en la educación superior y en la investigación científica, la doctora Norma Blazquez Graf, especialista en el tema de ciencia, tecnología y género, invitó a las dependencias, institutos y centros de investigación a elaborar bases de datos desagregados, actualizados y públicos.
Ello permitirá conseguir los niveles de igualdad y equidad en campos en los que históricamente las mujeres han estado relegadas, porque aun cuando han habido progresos importantes en el mundo y en el país se necesita seguir avanzando para llegar al piso parejo en oportunidades de incorporación, reconocimiento y de promoción para ellas.
En estos temas, sostuvo la doctora Blazquez, “hay que insistir, así se va rompiendo este mito urbano de que las mujeres no generamos saberes. Por mucho tiempo se pensó, se documentó y se fundamentó que no nos interesaba el conocimiento, que no éramos aptas tampoco para generarlo; por muchos siglos estuvimos excluidas de los centros de educación y de investigación”.
La actual titular de la Coordinación para la Igualdad de Género, de la UNAM, ofreció la conferencia magistral “Mujeres en las instituciones de educación superior, la ciencia y la tecnología”, organizada por el grupo de trabajo Estudios sobre Desigualdades de Género, de la Red ECOS-Sectei, como parte del segundo foro interinstitucional mujeres en las instituciones de educación superior, la ciencia y la tecnología.
En su exposición, refirió que fue hasta finales del siglo XIX, y después en siglo XX, que las mujeres pudieron integrarse a las universidades, lo que llevó a cambios en los países donde esta posibilidad se dio, como contar con un marco jurídico que garantizara, entre otros, el derecho a las personas a la igualdad y a la educación, incluida la de nivel superior, así como a la ciencia y a sus beneficios.
En México, recordó, el derecho a la educación superior y a la ciencia está establecido en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. “La educación no es un privilegio, es un derecho, y lo hemos ganado a lo largo de muchos años; tenemos que hacer todo lo posible para que se cumpla con todas las mujeres”.
Es así que el marco jurídico y las propuestas que se han hecho en diferentes foros a nivel internacional y nacional han ayudado a posibilitar el que las mujeres participen en educación superior y en ciencia, y desde donde también se mantienen los exhortos para romper con los estereotipos y prejuicios de género.
De manera masiva, las mujeres se han ido incorporando a la educación superior a partir de los años 70, no obstante, sigue habiendo una segregación horizontal; es decir, por áreas del conocimiento. De acuerdo con datos de 2017, de la UNESCO, las mujeres participan más en las áreas de educación, humanidades y sociales, mientras que los hombres lo hacen en los campos de las ingenierías, física y matemáticas, tendencias que en la actualidad se mantienen.
En este punto, la especialista agregó que existe una matrícula de mujeres universitarias del 50 por ciento; sin embargo, esta incorporación no es homogénea en su distribución, pues todavía existen carreras con muy poca participación femenina. Esta práctica se repite en el ámbito laboral donde ocupan puestos relacionados con las ciencias de la salud y los servicios; lo hacen muy poco en las tecnologías de la información, ingenierías y las nuevas ciencias, como son las ciencias de la complejidad y tecnociencias.
En 2022, el Instituto Mexicano para la Competitividad encontró que tres de cada 10 profesionistas en STEM son mujeres y, de acuerdo con el documento de género 2024 del Banco Mundial, las mujeres graduadas de las áreas de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM, por sus siglas en inglés), alcanzan el 30 por ciento en el país.
Para ir transformando las desigualdades de género, la investigadora del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades (Ceiich), de la UNAM, destacó que en universidades mexicanas se han creado unidades y coordinaciones de género. Esto es de gran ayuda, y consideró que esto es porque permite conocer lo que se puede hacer y hacia dónde avanzar, por ejemplo, para erradicar la violencia contra las mujeres en los espacios de educación superior e investigación.
“Esto es muy importante, porque cada universidad tiene características y contextos distintos, pero el fenómeno es el mismo. Y lo que ha ocurrido es que ha habido una gran movilización de las estudiantes, académicas y profesoras que han estado impulsando estos cambios a nivel de redes”.
En México, esta situación ha ido cambiando, se trata de un avance que se tendría que estudiar y evaluar para saber qué tanto el que haya casi o total paridad modifica la situación en su responsabilidad social y economía al ser mujeres profesionales calificadas, expuso.
Al pasar al ámbito científico, esa “mitad y mitad” de matrícula en la educación superior se va perdiendo conforme sube el nivel de formación, en esos escenarios la incorporación de las mujeres baja y la de los hombres se eleva en maestría, doctorado y puestos de investigación.
A nivel mundial, las científicas son en promedio el 30 por ciento desde hace varios años; su participación en las academias de ciencia es aún menor, alrededor del 20 por ciento; en puestos directivos en ciencia y tecnología, por ejemplo, en la Unión Europea, es del 20 por ciento y, en México, en el Sistema Nacional de Investigadores (SNI), solo 38.7 por ciento del total de sus integrantes son mujeres.
Con relación a la inclusión de género en la ciencia, manifestó que en los años 90 surgió la propuesta que hacía hincapié en la necesidad de contar con un análisis de género y sexo en todos los proyectos con financiamiento ante la evidencia de que en distintas áreas del conocimiento el análisis de sexo y género en la investigación científica produce nuevos contenidos y los resultados cambian.
En la ONU, el Acuerdo sobre Ciencia y Tecnología incorporó, en 2011, el análisis de género y la Agenda para el Desarrollo Sostenible 2030 y colocó a la educación y a la igualdad de género entre sus 17 objetivos.
Blazquez Graf explicó que la inclusión del análisis de género propone romper con estereotipos y prejuicios de género, y al analizar con esta perspectiva se pueden cuestionar creencias y supuestos establecidos, así como paradigmas dominantes. Posibilita, además, identificar nuevas áreas de investigación con nuevas preguntas y estrategias de análisis para dejar de considerar lo masculino como unidad de medida o modelo, que es lo tradicional en muchos campos de la ciencia.